MEMORIAS: Ser emigrante una decisión de vida “Viajamos para cambiar, no dé lugar, sino de ideas”

enero 31, 2022

Quiero compartir desde una posición personal, las vivencias y aprendizajes que he obtenido a lo largo de mis 37 años de vida y que me parece muy interesante abordarlo con el desarrollo de varios temas; hoy empiezo con uno que es muy importante y sensible el cual lo estoy viviendo y que, a su vez, veo que es una fuente potente de aprendizaje para construir conceptos que ayudan a desarrollar nuestras habilidades.


Es difícil empezar a buscar en tus recuerdos en qué momento o en qué punto inicias un viaje consciente de cambios para tu vida, lo primero que quiero compartiros es que somos -por naturaleza- seres que emigran por diferentes cuestiones: por supervivencia, por razones forzosas, por cambios, por estudios, por amor, por emociones y un largo etc.

Empieza un largo viaje desde hace más de 20 años cuando por primera vez emigro de mi territorio en el cual nací y viví durante mis primeros 16 años; recuerdo con mucha  gratitud y a la vez con nostalgia esa época llena de momentos junto a mi familia, amigos y vecinos de mi pueblo, siempre que lo recuerdo llego a la conclusión de que gracias a esos años de vida entre niñez y adolescencia obtuve los cimientos para hoy estar en un punto de mi vida en la que puedo hacer una retrospectiva sobre mi aprendizaje y el rol que desarrollo.

Durante mi niñez -a los 4 años de edad para ser más precisos-, inicié mis estudios en un pequeño jardín infantil, el cual tengo en mi memoria momentos que fueron claves para descubrir mis habilidades y talentos, recuerdo a mi profesora de ese entonces como alguien muy cercana y cariñosa que nos tenía paciencia y a su vez potenciaba nuestras habilidades, a esa edad realizábamos manualidades para el desarrollo de la motricidad gruesa y fina en talleres de arte y pintura cuando un día mi profesora felicitó a mi mamá y le hizo darse cuenta de la sensibilidad y habilidad que yo tenía para lo artístico. Tenía desde ese entonces ya algo dentro de mí que quería salir y expresar, algo que me impulsaba a querer aprender y conocer más, algo despertó en mi desde ese entonces y que yo no era consciente que lo sentía, pero cuando escuché de la profesora esas palabras que identificaban mis talentos y habilidades, fue como un chasquido que me motivó en los años siguientes a querer desarrollar mis talentos.

Cuando cursé primaria lo hice en una escuela pública de mi pueblo en la cual recibí la formación básica sin nada extraordinario donde sentía que no se desarrollaban las demás capacidades, pero hubo momentos donde podía utilizar mis talentos en la expresión artística y tomé lugar en aquella escuela, por ejemplo me esforzaba por ser el mejor tratando de combinar colores (aun sin saber cómo se hacía), tratando que fuera “estéticamente bien logrado”, que expresara un trabajo y esfuerzo por hacer las cosas bien; pienso que al final quería resaltar sobre los demás o a lo mejor buscaba aquel reconocimiento que obtuve cuando estuve en el jardín infantil; esos variados momentos eran como un bálsamo para mí porque me permitía ser auténtico, que volvía a ser el niño de 4 años con algo muy grande por dentro y con ganas de aprender más, entendí que a través de mi habilidades podía ser competitivo -ya que era un niño más bien introvertido y con alguna dificultad para hacer amigos-, de ahí recuerdo una vez con emoción cuando competí en un evento en el parque municipal de mi pueblo, un concurso sobre dibujo y pintura, obteniendo el primer lugar.

Ya en mi adolescencia tuve el apoyo de mis padres –en especial el de mi mamá- donde pude realizar varios talleres de expresión artística, dibujo en carboncillo, pintura al óleo, pintura acrílica y otras tantas clases extracurriculares que aproveché y que permitieron apropiarme de técnicas y de conocimientos que al final alimentaban ese yo interior, que a su vez pedía seguir más, es ahí en esa época donde empieza un conflicto personal porque mi entorno ya se hacía pequeño y lo que aprendía se volvía limitado; por eso creció en mi la necesidad de cambiar de lugar para abrir mis posibilidades y con ello cambiar de ideas.

Durante esos tiempos mi armonía se desequilibraba cuando en el pueblo sufríamos ataques terroristas, la tranquilidad y desarrollo de un territorio se interrumpían bruscamente y todo parecía no tener sentido, las ideas se esfumaban, todo se estancaba, porque duele mucho saber que personas vulnerables morían a causa de una guerra que rechazábamos y que no queríamos que llegara nunca, pero paradójicamente a medida que crecía en esos entornos, observaba que estos hechos se volvían algo cotidiano para la comunidad, era ya un paisaje de tanto dolor y desespero invisible, era aterrador pensar en la idea de que la vida misma no tiene valor. Confieso que fue muy desconcertante para mi ver que incluso mis allegados más cercanos veían la violencia y el terrorismo como algo que estaba ya normalizado dando por hecho que nada cambiaria, que teníamos que apañarnos a vivir bajo esas condiciones y de alguna manera ser resilientes frente a tanto dolor e incertidumbre.

A medida que el tiempo pasa y con ello regresaban los ciclos de violencia, rechazaba la sola idea de continuar viviendo allí, me negaba a hacer parte de mi la incertidumbre y el miedo, en esa proporción crecía también la necesidad de emprender cuanto antes un viaje a algo nuevo, a descubrir y entender qué es vivir en otro lugar donde la guerra y la violencia no fuese el diario vivir; por eso desde mi adolescencia “presioné” de alguna manera a mi familia para que migráramos a otra ciudad, buscáramos juntos un nuevo lugar lejos de todo lo que desdibujaba la armonía y gentilidad de mi pueblo, era motivado más por el instinto de supervivencia y por qué no decirlo, de egoísmo, a causa del miedo que generaba el vivir allí; no logré hacer que nos mudáramos, pero lo que si no paraba era mi inconformidad y mis ganas de cambiar de lugar.

Cuando cumplí 16 fue un momento crucial: me graduaba del bachillerato, tenía todo listo para iniciar por primera vez yo solo el viaje de vivir en otro lugar, continuar con mis estudios superiores e iniciar mi propia vida, era un momento de sentimientos encontrados, me emocionaba hacerlo, pero a la vez sentía miedo porque nunca había vivido lejos de mis padres y hermanos. En ese momento de mi vida empezaba a materializar lo que es cambiar de ideas y no solamente de lugar.

Quiero hacer una pausa en este punto del relato y responderme una pregunta que ha surgido ¿Cómo logré contener el miedo y la incertidumbre durante momentos tan difíciles en mi pueblo, ya que no logré alejarme -al menos- físicamente de ello? Pienso que fue gracias a aquellos años donde hice un poco de todo, me mantenía ocupado en muchas actividades: practicaba natación y me gustaba asistir a competencias, aprendí a coser y a tejer, a pintar y dibujar, también fue crucial que pudiera trabajar y ganar dinero en el negocio de mi familia, esta burbuja familiar logró cubrir y de alguna manera protegernos de lo que sucedía afuera en nuestro territorio, el saber y el hacer fueron fundamentales para no desequilibrar el desarrollo en un entorno que por momentos era de paz y en otros de guerra.

 

Retomando el relato, en ese punto de mi vida logro por primera vez experimentar en carne propia lo que es emigrar, llegar a un entorno que no conoces, que tiene formas y maneras distintas de ver la vida, las expresiones, la comunicación, los aromas, colores y temperaturas son muy diferentes, recuerdo que llegaba con una maleta llena de expectativas, de sueños y de ganas de aprender, ese poderoso impulso que nos motiva a ser fuertes y resilientes.

Gracias a mi familia por el apoyo en los momentos tan cruciales tuve la oportunidad de tomar decisiones de vida como cambiar de lugar y a su vez de cambiar de ideas, salir de la zona de confort no es fácil, de esa burbujita por donde ves que el mundo gira a tu alrededor, si das el paso y sales de tu zona encuentras un mundo lleno de posibilidades, retos e ideas para ser mejor.

A partir de allí recorrí por más de 5 años un viaje a mi ser en el cual luché conmigo mismo para no caer en ese viejo recuerdo de sentir miedo, de poder encajar en el lugar donde tú quieres estar, es algo así como llegar y pisar fuerte, reclamar tu espacio, tomar tu lugar porque también lo mereces, apropiarse y hacer tuyo un lugar donde no naciste pero que puedes hacerlo si así lo deseas, nada puede impedirlo. Fueron varias ciudades donde viví y conocí, aprendiendo de muchas personas con diferentes profesiones, diferentes formas de ver la vida y algunas muy afines a mis ideas; al final era una búsqueda de calidad de vida, de querer más de ello porque lo merecemos, era un cambio constante de ideas donde emprendía y desarrollaba basado en mis actitudes y talentos.

Hoy hace ya casi tres años junto con mi pareja iniciamos un cambio que antes no lo habíamos planteado, el cambiar de país era un tema que no estaba en nuestros proyectos, habíamos logrado juntos a lo largo de más de 8 años construir un lugar seguro, una idea que compartimos del cómo queremos vivir y el cómo podíamos hacerlo, ambos nos desarrollamos profesionalmente en lugares que aportaron mucha experiencia y conocimientos -como se dice popularmente: habíamos echado raíces- y empezábamos a construir unos cimientos fuertes para un presente y futuro. Todo empezó a replantearse cuando tuvimos la oportunidad de salir del país y pudimos conocer y recorrer otras culturas que en mis años de estudiante los tenía muy reconocidos y estudiados, sin embargo, al estar “en vivo y en directo” y poder reconocerlos inicia, en mi experiencia personal, un realismo mágico en mi vida, mis ojos no lograban captar y creer que todo lo que conocía a través de libros, imágenes e historias, era mucho mejor respirarlo y vivirlo. Recuerdo que en ese 2018 cuando viajamos como turistas pude entender dinámicas de comunidades que aun siendo emigrantes y tan lejanas de nuestra cultura (solo las conocía a través de la televisión y el cine), confluyen en una comunidad. Pude entender que la arquitectura y el arte son una parte permanente en la vida de las personas, no son lujos, por el contrario, permiten que permanezca la memoria en su colectivo y se apropian de ellas.

Al regresar a Colombia de nuestro viaje, recuerdo que en mi mente retumbaba la emoción y la nostalgia, volviendo a sentir y aun con más fuerza lo que sentí en aquella época de mi adolescencia cuando quería migrar de mi pueblo; sabía que ya no era una decisión mía sino de pareja, era una decisión de vida: de salir de esa nueva burbuja y mundo que ambos habíamos creado para ir a tierras muy lejanas y empezar de nuevo. Aquí es lo más interesante que acontece en mi vida, porque tomamos una decisión de salir de nuestra zona de confort, pero no soy el mismo de ese entonces, conservo de aquel niño esa fuerza y esa inquietud, pero con un camino lleno de experiencia que a lo largo de estos años he desarrollado una consciencia, aprendiendo de mis errores y logrando romper con las cargas personales que implicaban; iniciamos así una nueva experiencia de vida, la de ser emigrantes con las maletas livianas, sin odios ni rencores, pero si con un profundo agradecimiento y reconocimiento de donde somos y lo que valemos.

Al emigrar desde ya hace casi tres años digo con total certeza que no me arrepiento de un solo segundo por haber tomado esa decisión de vida y al haber interiorizado y ser conscientes de que nunca más dejaremos de ser emigrantes –es un título que se queda para siempre-, pero pienso que además de ser un emigrante, lo que sigue es ser un ciudadano del mundo, dejar nuestro país que tanto nos necesita hoy en día, a mis familiares que quiero tanto, es un duelo que hay que hacerlo con total sinceridad, y eso lo hicimos desde el mismo momento que tomamos la decisión; todo inicio no es fácil pero la recompensa es muy grande, las enseñanzas y el desarrollo que logras obtener ninguna formación educativa te lo da, es una decisión de vida que debemos asumir con total disposición y responsabilidad, sin dejar de lado todo este tiempo, desde mi posición de emigrante, que si por algún motivo quiero -o debo- volver a mi país esto no es una derrota, todo lo contrario es una lógica en la vida del emigrante: que es cambiar de lugar y de ideas. Hoy mis ideas están aquí en este contexto y las comparto con vosotros, pero mañana donde me encuentre y que emigre seguramente mis ideas serán poderosas para hacer una versión mejor de mí mismo.

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